Me llamo Virginia, soy madre, y gustaría plantear una reflexión que lleva rondando en mi cabeza desde hace un tiempo, especialmente ahora que comienza el nuevo curso escolar: ¿por qué se insiste tanto en que los niños deben dejar el pañal a una edad determinada, sin tener en cuenta que cada niño sigue su propio ritmo madurativo? Forzar este proceso, como si fuera una obligación impuesta por los adultos, no solo puede afectar a su desarrollo físico, sino que también puede tener consecuencias emocionales muy serias, dañando su autoestima.

Escuchamos constantemente frases como "ya no puede ir con pañal, es hora de que lo deje", pero, ¿qué significa realmente que un niño "deje" el pañal? Deberíamos recordar que el control de esfínteres es un proceso madurativo, no algo que se pueda forzar. No es el adulto quien debe decidir cuándo un niño está listo, sino el propio niño, que en su momento puede comunicar que ya no quiere el pañal, o avisar que tiene que hacer pipí o caca con antelación. Pero, ojo, no basta con que el niño se moleste con el pañal o que te avise después de haber hecho pipí. El proceso es mucho más complejo.

Cada niño tiene su propio ritmo. Sabemos que, en general, entre los 2 y los 3 años la mayoría empieza a adquirir el control diurno, y que el control nocturno puede llegar incluso más tarde. No hay una regla fija, cada niño lo alcanzará cuando esté preparado, y eso está bien. No pasa nada si se tarda más, o si el niño no llega a ese punto a los 3 años. Es fundamental respetar ese ritmo, porque forzar el proceso puede generar consecuencias físicas, como mayor riesgo de infecciones o problemas de retención, y emocionales, como el daño a su autoestima.

Esto me lleva a un punto que me preocupa: ¿por qué algunas instituciones educativas siguen con la idea de que todos los niños deben empezar la escuela sin pañal? Hay escuelas que no permiten que los niños lleguen con pañal, sin tener en cuenta que muchos niños que comienzan a los 3 años son los más pequeños de la clase, a menudo con pocos meses de diferencia respecto a los más grandes. Además, no es legal que una escuela no acepte a un niño que aún lleva pañal, y menos aún que no le cambien cuando lo necesite. Las escuelas deben respetar las necesidades individuales y los derechos fundamentales de cada niño.

Es cierto que las ratios de maestros a veces no son las ideales, pero eso no debe ser excusa para no atender a las necesidades de los más pequeños. Cambiar pañales no debería ser más difícil que cambiar una muda de ropa, y es un acto tan básico como acompañar al niño en su proceso de aprendizaje y ofrecerle el respeto que merece. Los niños deben sentirse cuidados, respetados y escuchados en todo momento, no apartados y mojados esperando a que un familiar llegue a cambiarles.

Por eso, me gustaría hacer una reflexión para los profesionales de la educación: ¿no es hora de reconocer que, para que un niño aprenda, necesita sentirse respetado, incluido y a gusto? No se puede enseñar a un niño cuando está apartado, incómodo o esperando a ser cambiado. El proceso de aprendizaje debe ser un momento de confianza, no de estrés.

Necesitamos dar visibilidad a esta situación para que las instituciones tomen medidas y para que se respete a los niños en todo su proceso de desarrollo. Es hora de cambiar la mentalidad y, sobre todo, de cuidar y proteger los derechos de la infancia. ¡Hagámoslo juntos con tu apoyo a esta petición!