Me llamo Noemi, soy de Barcelona, tengo 31 años, y sufrí bullying en el colegio. Cuando mi madre se quejaba, le decían que era la primera vez que ocurría algo así en ese centro y que era yo la persona conflictiva. Eso era totalmente mentira, porque más tarde conocí a otra gente mayor que yo que había ido al mismo colegio, y me dijeron que también habían sufrido acoso escolar y que sus padres habían recibido exactamente la misma respuesta.

Desde las escuelas muchas veces se tapa el acoso escolar y no se hace nada, incluso se señala a la victima antes que al abusador. Recuerdo un día que, a la hora del patio, vino casi toda la clase hacia mí, casi 30 personas. Me rodearon, echaron a mis amigas, dejándome sola, y tuvo que venir una profesora a rescatarme. Al día siguiente, la misma profesora, la directora y uno de los curas me separaron del grupo para hablar conmigo. Me dijeron que lo que había ocurrido había sido culpa mía, y yo les respondí: “Claro, es mi culpa porque es mas fácil culparme a mi que coger a las otras 30 personas, castigarlas y hablar con sus padres, así se acaba antes el problema”.

Recuerdo un episodio que no me ocurrió a mi, pero me marcó mucho. A un compañero mío de 5º de Primaria se le murió el padre y faltó unos días a clase. Cuando volvió, unos alumnos de un año más lo pararon en el pasillo y se empezaron a reír de él porque se le había muerto el padre. También hubo una vez que un niño más pequeño que yo se acercó a la barandilla de la escalera y amenazó con saltar, eran unos cuatro o cinco pisos de caída. Los otros niños le dijeron que se tirara. Aquí falla algo, para llegar al punto de reírse de alguien por algo tan duro como la muerte de un familiar o para incitar a alguien a suicidarse. La falta de empatía es un problema global, de las escuelas, de las familias y de la sociedad en general.

Por eso creo que desde las escuelas hay muchas cosas que se deberían cambiar. Para empezar, se debería concienciar sobre lo malo que es el bullying. El bullying no es solo que una persona se meta con otra, sino también que el resto no haga nada, seguramente por miedo a meterse en problemas o directamente por falta de empatía. Yo alguna vez he intentado proteger a alguien que estaba siendo acosado y he terminado saliendo perjudicada.

Ahora, en la vida adulta, me han escrito excompañeros que no me hacían bullying pero sí lo presenciaron todo y no hicieron nada. Me han pedido perdón, porque en aquella época no se hablaba del bullying, y ahora han entendido que en el colegio lo pasé mal, y sin embargo no actuaron para evitarlo.

Habría que hacer ver a todo el mundo que el bullying no está bien, que si ven a una persona haciéndolo, que las demás personas de la clase lo señalen, que no se conviertan en cómplices del abusador, que no lo protejan ni se pongan de su parte. Creo que el abusador se crece porque tiene poder, porque las demás personas le tienen miedo y le respetan. Por eso creo que se debería fomentar la empatía, preocuparse por la gente, pensar un poco en los sentimientos de los demás.

Ante esto, quiero dirigirme a los miembros del Parlament de Catalunya, ya que soy catalana y son mis representantes en dicha cámara, para que se lancen más campañas sobre el bullying, tanto para alumnos como familias y profesores, en las que se fomente la empatía, no solo para prevenirlo, sino también para detectarlo y señalarlo lo antes posible y así evitar que crezca.

Los profesores lo ven muchas veces como cosas de niños, como cosas que han pasado siempre. Es evidente que no son cosas de niños, ya que acaba pasando factura en la vida adulta, como por ejemplo no poder acabar los estudios. Por desgracia, hay niños que ni siquiera alcanzan la edad adulta porque se suicidan antes. Por esto es tan importante luchar contra el acoso escolar desde todos los ángulos.