Imagina un día normal en tu vida, hacer tus actividades cotidianas como bañarte, salir de tu casa y trasportarte a tu escuela o trabajo en carro, camión o taxi, hacer todo eso, pero en una silla de ruedas, ¿difícil, cierto? Y no por la discapacidad, sino porque en México la movilidad para una persona con discapacidad es complicada porque las autoridades no han implementado medidas eficaces para brindar seguridad y comodidad al desplazarse, ¿cuándo van a reaccionar para ser más inclusivos?

Hola, soy María Raquenel Chao Villareal, mejor conocida como Mary Chao y a mis 45 años de edad he descubierto que nada en la vida es imposible. Estudié mercadotecnia internacional y trabajo en una empresa mexicana de procesamiento y distribución de alimentos. Pero también soy conferencista y escribí un libro que se titula ‘La vida en mis zapatos’, con el objetivo de transmitir que la discapacidad de una persona no es una limitante, que todos podemos alcanzar nuestros sueños, siempre y cuando nos lo propongamos. 

Soy originaria de Monterrey, Nuevo León, al nacer me diagnosticaron con osteogénesis imperfecta, en esa época no se sabía nada al respecto, quizá fui el quinto o sexto caso en toda Latinoamérica. Mi discapacidad implica tener debilidad en los huesos, coloquialmente se le conoce como huesos de cristal, lo cual provoca que un movimiento o golpe pequeño provoqué una fractura. De hecho, al nacer presenté alrededor de 10 fracturas, sobre todo en la cabeza, pero a partir de mi pubertad los huesos se fortalecieron un 95% gracias a lo cual no volví a tener más fracturas. 

Desde muy pequeña mis papás me hicieron consciente de la condición que tenía y siempre me incluían en las actividades cotidianas. Como cualquiera a esa edad yo tenía ganas de jugar, divertirme así como convivir con otros niños. Afortunadamente, siempre he sido muy cercana a mis hermanas, al inicio mi hermana menor Jannette iba conmigo a todos lados, después llegó mi segunda hermana Denisse y las tres jugábamos mucho, ellas siempre estaban pendientes de mí. 

Por recomendación de una psicóloga no asistí al preescolar para evitar algún accidente, ya que a esa edad los niños suelen ser un poco más bruscos al jugar. Llegado el momento de ingresar a la primaria, debido a mi discapacidad mis papás se enfrentaron a ciertas dificultades, en algunas escuelas hubo rechazo y argumentaban que no podían exponer a los alumnos a alguien como yo. Sin duda, el desconocimiento era muy grande. Después de mucho buscar y tras realizar un examen de admisión en el cual tenía que demostrar que sabía leer y escribir, fui aceptada en el Liceo de Monterrey, exclusivo de mujeres, en donde estudié desde primero de primaria y hasta la preparatoria. Al inicio para los pequeños de jardín de niños era curioso ver a alguien tan chiquita y hablando, pero después se adaptaron a ello; mientras que mis compañeras de salón me recibieron muy bien, tanto que hoy en día seguimos siendo grandes amigas. 

Una discapacidad no es sinónimo de limitante, eso siempre lo he sabido, y yo quería ser una mujer independiente, igual que mis amigas. Por ello, decidí estudiar mercadotecnia internacional, la Universidad en la que estudié no tenía las instalaciones adecuadas para la movilidad de una persona en silla de ruedas, pero mi mamá fue mis piernas para lograr concluir mi carrera, por 4 años y medio, ella me ayudaba a subir y bajar escaleras para llegar a la puerta del salón. 

Al salir de la Universidad, la realidad laboral con la que me encontré fue difícil, en aquel entonces las empresas no estaban tan abiertas para contratar a una persona con discapacidad y mi sueño era trabajar en una empresa grande o corporativo. Mi carrera laboral inicio desde que estaba haciendo mi tesis, tuve un trabajo en la empresa del papá de un amigo por 8 meses, después colaboré en el DIF Monterrey por 3 meses, aunque me traía recuerdos de cuando yo iba a tomar rehabilitaciones y decidí renunciar para buscar nuevas oportunidades. Por dos años y medio, me desempeñé en el área de crédito y cobranza en una empresa de Monterrey, donde aprendí mucho pero mi salud se vio afectada y decidí seguir persiguiendo mi sueño de trabajar en un gran corporativo.

Finalmente, se presentó la oportunidad de integrarme a FEMSA en donde estuve 6 años y medio, a pesar de contar con una maestría, no había más crecimiento en el corporativo y a nivel personal deseaba mayor desarrollo laboral. Persiguiendo mi sueño, tuve la oportunidad de integrarme a SIGMA Alimentos, en donde me abrieron las puertas para ser parte del área de Responsabilidad Social, en donde fui la encargada de crear el Programa de Inclusión Laboral que lleva por nombre Tenemos Talento desarrollando un manual de inclusión y capacitando a los colaboradores de las diferentes plantas en la República Mexicana. Después de 7 años quería un cambio más, así que me transfirieron al área de Tecnología de la información, en la cual actualmente soy Jefa de Arquitectura de Negocios, he aprendido mucho y he desarrollado nuevas habilidades también he podido relacionarme con más personas dentro de la empresa, incluso he desarrollado procesos a nivel global.

¿Mi siguiente meta? Mudarme a España. He tenido la oportunidad de ir 5 veces a este país y me he dado cuenta que en ciudades como Madrid existe mayor inclusión y la movilidad es más fácil porque el transporte público está adaptado para personas con discapacidad, el ambiente laboral es más flexible e incluso la sociedad es más abierta e incluyente. 

Comparto mi historia para impulsar a las personas a que cumplan sus metas, con una discapacidad o sin ella, confíen en sus capacidades, confíen en que son capaces de lograr sus sueños, el camino puede ser difícil y complicado, pero se puede lograr. De igual manera, es necesario que las autoridades generen empatía con las personas que tenemos alguna discapacidad, sí ellos experimentaran un día en silla de ruedas, estoy segura que su perspectiva cambiaría, reaccionarían e implementarían medidas inclusivas eficaces para que nuestra calidad de vida y movilidad sea adecuada. 

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