Mi nombre es María y soy la madre de Guille, un niño que padece discapacidad visual. Cuando la discapacidad te toca de cerca, empiezas a percatarte de que la sociedad no está todavía preparada para actuar frente a ella. 

Guille nació sin complicaciones. Sin embargo, al mes y medio, mientras le daba el pecho, me di cuenta que algo le pasaba en la mirada. Fui al pediatra y me dijo que no había porqué preocuparse, que era normal que no fijara bien la visión ya que era todavía muy pequeño. 

Yo no abandoné la idea que me brindaba mi instinto, y sabía que a mi hijo le pasaba algo. Después de hacerle varias pruebas, se determinó que Guille tenía el nervio óptico atrofiado. Nos dijeron que no había solución ni nada que hacer. Por este motivo, nuestro objetivo fue trabajar para que nuestro hijo fuera lo más autónomo posible. 

A día de hoy, Guille es un niño de 5 años independiente, perspicaz, curioso y autónomo. Es un niño con carácter y que no le teme a nada, además de con unas capacidades innatas muy buenas. Muchas personas, cuando le conocen, tardan en darse cuenta de que es ciego. Porque Guille primero es un niño, con la particularidad de que no puede ver. 

Como madre de un niño con deficiencia visual, me doy cuenta de cómo reacciona la sociedad ante cualquier tipo de discapacidad. Y es que hasta que no te toca de cerca, no te das cuenta del sinfín de cosas que quedan por cambiar para que las personas con discapacidad puedan tener una buena calidad de vida. 

Algo que considero fundamental, es que se eduque a la ciudadanía correctamente ante la discapacidad. En muchas ocasiones, mi hijo a recibido comentarios provenientes de adultos que daban a entender que había algo mal en él, que no era completo. Esos comentarios dejan huella en un niño. Como su madre, sé que es capaz de todo lo que se proponga y le inculco ese pensamiento, pero la sociedad sigue reaccionando de forma negativa ante las personas como él. 

Hay mucha ignorancia ante la diversidad funcional. Ya sean personas con silla de ruedas, discapacitados psíquicos o personas con discapacidad sensitiva, la ciudadanía tiende a hablarles con condescendencia, sentir pena por ellos y ver su discapacidad por delante de lo que realmente son: personas. 

Otra de las cosas a las que se enfrenta mi hijo es la falta de accesibilidad en la vía pública, al menos aquí en Galicia. Es inverosímil que a día de hoy, haya tantos sitios públicos que no estén adaptados a ciertos colectivos, como personas con movilidad reducida o personas con problemas de visión. 

Para estas, todavía faltan pavimentos con texturas reconocibles a nivel táctil en zonas de entradas, escaleras, antideslizantes y señales que marquen el comienzo de unas escaleras, salidas o rampas. Además de ello, caminando por la vía pública nos encontramos con impedimentos diarios, como pueden ser los excrementos de perro en la calle. Una persona ciega, cuando va con un bastón, no puede detectarlas. En el caso de mi hijo, son muchas las ocasiones en las que llegamos a casa con un excremento en el bastón. Esto le puede pasar también a una persona con silla de ruedas, una madre con un carrito de bebé o una persona con muletas. Es tan fácil como educar a la ciudadanía para que recoja las heces de sus mascotas. 

En resumen, como madre de Guille, considero que como sociedad es esencial educar correctamente a la ciudadanía ante cualquier tipo de discapacidad, y que se adapte toda la vía pública a esta.

Por este motivo, me dirijo a los miembros de la Xunta de Galicia para que implementen medidas de concienciación ciudadana y para que adapten la vía pública.