Me llamo Francisco, tengo 19 años, vivo en Albacete y soy estudiante, escritor y activista LGTBI. Durante mi infancia y adolescencia sufrí acoso escolar a causa de mi condición sexual. Desde que comencé mi etapa en la ESO ya había niños y niñas que me llamaban “maricón”. En ese momento apenas conocía el significado de esa palabra.  

Cuando denuncié ser víctima de bullying homofóbico, la dirección del centro lo catalogó como “cosas de críos”. Nadie hizo nada. La LGTBI-fobia en las aulas, y el bullying en general, es algo que, desgraciadamente, existe y está muy presente en nuestra sociedad.  

Si desde pequeños educásemos a las nuevas generaciones en igualdad, respeto y tolerancia, no haría falta una Ley trans o una Ley de violencia de género. Al menos no con la misma necesidad que ahora.  

¿Por qué no centrar los programas educativos en la “educación del ser”? Las personas se condicionan por su educación, y si no hablamos de igualdad, diversidad y orientación sexual en las aulas, estos temas tan importantes van a quedar muy descolgados.  

Al igual que existe una asignatura como la religión, debería haber una asignatura, aunque sea optativa, centrada en la educación sexual, en la diversidad, incluso en primeros auxilios. Asuntos básicos que debe saber todo el mundo y que, hoy en día, escasean.  

Sin ir más lejos, hace unos días, el mismo centro escolar que a mi me dio la espalda, colgaba una bandera en apoyo al orgullo. No pude evitar hacer una foto y denunciarlo en mis redes sociales. Muchas personas piensan que con colgar una bandera ya está todo solucionado. Y NO. Está bien ponerla, lo que no está bien es no actuar en concordancia. Los centros escolares deberían implementar protocolos de actuación que protejan y eviten situaciones de acoso, así como, ofrecer una correcta formación a los docentes para que sepan actuar ante estos casos.  

Además, sería interesante contar con un referente LGTBI desde pequeños, una figura que te haga ver que no eres distinto, un hecho que en esta sociedad está visto como ir en contra de todas las normativas. En mi caso, esta figura me hubiese facilitado y ayudado a decir quién soy.  

La necesidad de dar visibilidad y sensibilizar sobre la LGTBI-fobia existente, me ha inspirado a publicar un libro, Los chicos no lloran.  Siempre me ha gustado escribir, lo hago desde los 16 años, y con este, ya son dos los publicados. 

En ambos pretendo ayudar a las personas que pueden verse inmersos en una situación similar a la mía y concienciar al resto. Lo que he pasado no se lo deseo a nadie, por ello, me dirijo a las y los miembros de las Cortes de Castilla- La Mancha para que tomen medias al respecto y centren los programas educativos en la educación en igualdad, respeto y tolerancia e implementen protocolos de actuación que protejan y eviten este tipo violencia en las aulas.