Soy Jaime Vente Garcés, líder comunitario y Director del Programa de Administración de Empresas Agropecuarias de la FUP. Actualmente, me encuentro gestionando un proyecto de agricultura urbana en el barrio Valle del Ortigal, una urbanización en donde conviven muchas familias que son beneficiarias del programa de 100 mil viviendas gratis del gobierno por ser víctimas del conflicto armado interno de Colombia. 

Para ponernos en contexto, la agricultura urbana (AU) son espacios urbanos para sembrar plantas, con fines de alimentación y ornamentación, para consumo propio o para la venta, con repercusiones frente a la escasez de alimentos y la inseguridad alimentaria actual en muchos países. Es aporte a la sostenibilidad medioambiental y un espacio para estrechar lazos interpersonales, aprovechar el tiempo libre y desarrollar comunidad. Además, estos cultivos pueden construirse con materiales reciclados, lo cual repercute en el cuidado del medio ambiente y en la percepción de estar contribuyendo con una buena causa. (Molina, Muñoz, & Molina, 2019)

Este proyecto nace como un proyecto de aula apoyado por la Fundación Universitaria Popayán y los resultados que tenemos hasta el momento son muy importantes para el proceso de resiliencia de las familias involucradas. Se trata de la gestión de huertos urbanos en las zonas verdes del barrio, pero también es un pretexto para mejorar la convivencia que tras los choques culturales y sociales se han dado en este populoso sector. Las familias que habitan esta urbanización, tienen muchas carencias de bienes y necesidades como la alimentación, educación y seguridad lo que agudiza las problemáticas relacionadas con los embarazos a temprana edad, el desempleo y otras que empañan el buen nombre del sector. Esta propuesta, busca generar también lazos de convivencia y promover el intercambio de saberes entre la academia y las comunidades que, en un alto porcentaje provienen del campo y conocen de la producción agropecuaria. 

Con nuestro semillero, queremos llegar a las 20 torres del barrio, permitiendo determinar de manera más representativa las necesidades y potencial productivo de la zona buscando llamar la atención de la institucionalidad y particulares que deseen unirse a este bonito proyecto. Por ahora hemos avanzado con una de las torres, pero esperamos llegar a las más de 1600 viviendas permitiendo que accedan a alimentos frescos, sanos y producidos de manera comunitaria. En este sentido, se requiere aunar esfuerzos aumentando los recursos, pero también sensibilizando a la población para que se apropien de esta iniciativa. Las huertas caseras no solo contribuyen en la disminución de la inseguridad alimentaria, sino que dinamizan la convivencia, hacen un poco más llevadero el día a día. 

“Unos cortan, otros limpian, otros ponen la tierra, otros llevamos los sustratos; es una gestión colectiva, nos movemos con los recursos que hay y deseamos replicar el proceso para llegar a todas las torres.” 

El proyecto podría tener el alcance deseado si existiese apoyo en términos de recursos de parte de las instituciones gubernamentales. Este proyecto es una apuesta que vale la pena potenciar. Las familias de este barrio tienen conocimientos del campo, nosotros desde la academia aportamos con la gestión, los talleres, las actividades, producción de abonos; los niños también se involucran y empiezan a entender que el tomate no es algo que viene de la nevera. Estamos re conectando. Las familias que observan el proceso desean replicarlo en sus casas, las cosechas siempre son repartidas entre todos.

Actualmente nos postulamos a una beca de fortalecimiento y estamos a la espera de poder ser seleccionados para lograr un apoyo económico. Pero sería muy bueno que las alcaldías y gobernaciones le apostaran a estos procesos comunitarios en serio. Esta petición podrá llegar al Congreso de la República si llegamos a reunir 350 apoyos en la web de Osoigo. Gracias a quienes firman y comparten esta experiencia tan valiosa.

Para lograr la paz y la convivencia no basta con el discurso sino con los hechos y la agricultura urbana es de los proyectos que pueden salvar vidas y mejorar la seguridad alimentaria.