Soy Paulo Andrés Castro León y junto a mi esposa Johanna Mora Burbano y mi hija María José Castro Mora tenemos como proyecto de vida la Finca Agroecológica El Oasis, ubicada en Santander de Quilichao, Cauca. También soy docente de la Universidad Nacional Abierta y a Distancia –UNAD, y con mis estudiantes desarrollamos diversos proyectos de investigación en torno al campo. 

Mi esposa y yo somos zootecnistas, y cuando nos graduamos incursionamos en las producciones de cerdos y gallinas ponedoras, pero una vez nació nuestra hija, dimos un giro hacia la agroecología porque deseamos que ella tenga educación ambiental y una alimentación más consciente a partir de una agricultura limpia, biodiversa y de conservación en nuestra granja de herencia familiar.

A sus 10 años, mi hija nos ayuda a visibilizar el papel de los campesinos a través de los contenidos educativos que compartimos en nuestras redes sociales y en nuestra finca escuela bajo los principios de la educación popular compartimos y rescatamos saberes con las diversas organizaciones.

Además de promover la producción agroecológica limpia, la soberanía alimentaria, el buen vivir y la escuela campesina, luchamos por la preservación de las abejas africanas y meliponas. De hecho, en el más reciente trabajo de investigación con mis estudiantes, fueron unas tortas proteicas para estos animales que, pese a ser considerados los más importantes de la Tierra, están en peligro de extinción por el cambio climático y el uso de venenos en monocultivos.  

Por ejemplo, hace dos años estos venenos acabaron con 10 de las 30 colmenas que tenemos en la granja, y aunque denunciamos el hecho y lo llevamos hasta la última instancia, no fuimos reparados por ninguna persona o entidad.  

Estos sucesos nos llevan a pensar, por un lado, lo poco reconocidos que son los campesinos en nuestro país, porque a veces parece que no nos consideran sujetos de derecho ni productores de los alimentos que llegan a las ciudades. 

Y, por otra parte, está claro que no hay una ley que proteja a las abejas, el animal más importante de la Tierra. En estas condiciones, creo que es hora de que las autoridades respalden a quienes luchamos por preservar esta especie, que existan prohibiciones sobre la siembra de cultivos extensivos a menos de cinco kilómetros de los apiarios y, por supuesto, que se priorice la educación a niños y adultos que aún desconocen el valor de estos espectaculares insectos.

Más que una pregunta, mi llamado al Congreso de la República es a que concilie, apruebe y haga realidad el proyecto de ley que busca proteger la apicultura colombiana. Como parte del compromiso que los legisladores tienen con la ciudadanía, me gustaría que recordaran que las abejas son grandes polinizadores, y justamente es la polinización la que permite que Colombia posea, preserve y proteja esta majestuosa diversidad que nos acompaña.

¿Cuál es el siguiente paso a seguir, qué podemos hacer para unir esfuerzos y apalancar esta causa? Si como nosotros te interesa la protección de estos insectos, te invito a dar clic en apoyar y compartir con tus contactos para que podamos llegar a 350 personas y así obtengamos respuesta por parte de un congresista.