Pregunta para Congreso de los diputados

Mi vocación científica solo me ha hecho sufrir. ¿Cuándo se van a establecer criterios de asignación socioeconómicos para los contratos predoctorales y otras becas de investigación?

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Fotografía: Alejandro Morales Collado
 

Mi nombre es Carmen y por motivos económicos he dejado la investigación. He desestimado continuar la formación predoctoral sin remuneración. Tras cuatro años de grado, dos másteres, sucesivas becas de colaboración y de investigación, matrículas de honor, publicaciones en revistas indexadas, prácticas externas, cursos y ponencias, me han denegado por segunda vez la financiación que necesito para realizar la tesis doctoral. 

Diferentes causas me han llevado a tomar esta decisión, que ha sido muy difícil, y por la que pasamos muchas personas de clase obrera tarde o temprano. Los índices de trastornos psiquiátricos en alza dentro del propio gremio de doctorandos es síntoma de que las presiones académicas son excesivamente altas. A pesar de que la producción científica y académica fuese todo lo que me importaba, pues aspiraba a tener una carrera brillante, he renunciado tras ver que no merece la pena una vida agotadora, realizando la tesis sin contrato, llamando a una puerta que no se abre, sabiendo que nadie me va a asegurar en la universidad un sitio en el que continuar trabajando y pensando libremente. 

He destinado todas mis fuerzas y horas de estudio para llegar a ser investigadora, pero nada de esto ha servido. Como la zorra y las uvas, me di cuenta de que la universidad es un lugar hostil cuando he dejado de competir por ascender y lograr un mínimo de estabilidad. El mundo de la investigación te condena a vivir de forma precaria yendo de universidad en universidad. En mi ciudad natal no existe la carrera de Filosofía, la única que estaba dispuesta a cursar: tuve que realizar un éxodo rural forzoso. Esto conllevó un gran esfuerzo por parte de mi familia en mantener un alquiler, por lo que jamás me plantee siquiera ir al extranjero a husmear si por ahí fuera había algún sitio mejor. 

Quería ser una investigadora en este país, pues sé que tiene los recursos materiales para colocar a la ciencia y a las humanidades a la cabeza mundial. Pero esos recursos se invierten mal o se destinan a proyectos que contribuyen a reproducir el esquema político sobre el que se vertebra el sistema educativo.

Hay falta de recursos, sí, pero de nada sirve ampliarlos si es bajo criterios elitistas y clasistas, que son los que hay dentro del mundo académico. Es absurdo que en un Estado democrático y de derecho haya instituciones mafiosas y estamentales consagradas y que se deposite en ellas la confianza para la dirección de proyectos de investigación que dirimen el futuro. Por eso es importante que la clase obrera adquiera puestos de autoridad (no sólo epistémica, sino también política) en la universidad. 

Entrar en un sistema oligárquico, endogámico, mediado por una estructura de poder asentada, es algo que yo ya he dejado de desear, habiendo tomado consciencia de las precarias condiciones. Pero no quiero que ninguna mujer u hombre tenga que abandonar la investigación por carencia de recursos. Piénsenlo: un hijo de familia acomodada puede hacer la tesis sin remuneración porque tendrá capital económico suficiente para autofinanciar sus estudios, pero un hijo de clase obrera no. 

Mi investigación requería consultar fuentes primarias, estancias en el extranjero y una suerte de recursos que yo misma no me puedo conceder, y no quiero trabajar gratis para la universidad, porque tengo 24 años y mi tiempo vale oro. Los contratos predoctorales, al igual que todas las becas de investigación, deberían tener en consideración la renta y las condiciones socioeconómicas de partida de los estudiantes. No obstante esto es sólo la punta del iceberg, pues la mayoría de profesores universitarios no transmiten con toda la transparencia posible esta realidad a los estudiantes. No les interesa cambiarla.

Al final, un profesor Asociado o un Ayudante Doctor no gana mucho más en comparación a salarios de empleos más estables como las que encuentras en el funcionariado y en otras empresas. Pero para llegar ahí hace falta tener la suerte, previamente, de que candidatarse a una plaza que va a ser sometida a sorteo, sí, pero que en la gran mayoría de casos está preasignada con nombre y apellidos (esto es algo que todo el mundo sabe pero que nadie dice), y competir por ella, por muy bueno que seas, acaba siendo absurdo. 

Parte de la problemática nace de las altas exigencias neoliberales de producción (tampoco se suele saber que los bancos, que financian a las universidades públicas, tienen una voz y un voto mucho más importante en los comités que la de cualquier alumna muerta de hambre), y de la cantidad de cortapisas que interrumpen la carrera investigadora: si los primeros años no tenías claro que ibas a querer realizar una tesis doctoral (con todos los compromisos individuales que supone), si sufriste alguna enfermedad ya física ya psicológica, si no tenías apoyo económico, si tus padres no eran catedráticos… A pesar de todo el esfuerzo mental y económico que he puesto yo durante todos estos años, no he obtenido recompensa más que unos cuantos papeles.

En la universidad pública importa mucho de qué clase social seas, pues como señala el sociólogo Pierre Bourdieu, la institución educativa lo que busca es su reproducción. Es un sistema muy jerarquizado y que dadas unas desigualdades no se rige exclusivamente por los méritos, cosa que he leído también en Michael Sandel. Un montón de elementos interceden haciendo que la mochila cultural de unos privilegiados pese más que la de otros, y eso nos lleva a una lucha competitiva y no a crear lazos de solidaridad y de consciencia comunitaria entre nosotros. Por eso no vengo meramente a quejarme. Somos muchos los que habríamos deseado hacer una tesis doctoral y no hemos podido. Me gustaría que dentro de 10 años pueda el pueblo español mirar a su universidad con ojos de orgullo, y no con el sentimiento necrosado de estafa. Debido a todo lo que he contemplado al interior de la universidad, no tengo ninguna esperanza puesta en que vayamos a ver algún cambio significativo, pero este podría ser el primer paso. 

La universidad no está siendo honesta consigo misma ni con sus alumnos. No cumple tasas de empleabilidad. Deriva sus responsabilidades más importantes en los más jóvenes y, por lo tanto, en aquellos que tienen medio pie fuera. El sistema hace que las clases más humildes vayan saliendo poco a poco de la carrera académica, y al final se quedan dentro aquellos equilibristas que han podido permitirse vivir en esa inestabilidad constante. 

Después de todas las noticias que hemos escuchado recientemente sobre la universidad, creo que ya es hora de acabar con la endogamia, con la falta de recursos y con la incorrecta e injusta asignación de los mismos que hay en las universidades españolas, por el bien de las disciplinas. Conseguiríamos muchos más resultados actuando en cooperatividad que optando por la competencia individualista, como lo hemos venido haciendo. El gobierno no ha ofrecido alternativas eficientes para evitar la fuga de cerebros y sabemos que es una cuestión que viene de lejos: si mejorasen las condiciones laborales de la vida universitaria esto dejaría de suceder. Probablemente, si yo no hubiera venido de un ámbito rural, también habría volado a sitios que me ofrezcan una mayor calidad de vida a la par que hiciera carrera investigadora. Pero me retiro porque todo mi entusiasmo hacia este mundo se ha agotado. No hay nada que resolver conmigo, pero sí hay que esforzarse por toda la gente que está como yo. A través de mí gritan los quejidos de todas y todos los obreros que tuvieron que elegir entre la universidad o una nómina digna. No tiene sentido que un catedrático tenga un puesto vitalicio y cobre una cuantía insultante mientras los más jóvenes no podemos ni pagar el alquiler. Es urgente que se lleve a cabo una más justa redistribución de los recursos. Los contratos de investigación ahora me parecen funcionar como una criba la cual impide el acceso a la ciencia a quienes han tenido pocos recursos para estudiar.

Me gustaría que el Congreso de los Diputados se hiciera eco de estas peticiones.

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