Pregunta para Parlamento de Galicia
Soy Sofía, de 22 años, y sí, tengo cáncer. ¿Cuándo se va a normalizar el cáncer desde edades tempranas?



Hola,
Me llamo Sofía, tengo 22 años y vivo en Santiago de Compostela. Pero es lo de menos en toda esta historia. Y es que desde los 20 años me llevan diciendo que tengo una depresión debido a unos antecedentes que no me definen, y a la cual culpaban de unos síntomas físicos exagerados. Hasta que me diagnosticaron el pasado mes de enero que padecía un linfoma no Hodgkin mediastino entre el pulmón y el corazón.
Estos dos años podría decir que han sido un verdadero calvario, encontrándome muy mal con vómitos y malestar generalizado. A medida que iba pasando el tiempo me costaba hacer cualquier tipo de cosa: llegar a la parada del bus, concentrarme, me caía al suelo... Pensaba que podría ser anemia, pero las analíticas no acaban de confirmar nada. Los médicos aseguraban que se trataba de una depresión. ¡Madre mía con la depresión! Para más inri la cuarentena la pasé sola y empezaron a salirme moratones a cada cual más negruzco progresivamente.
Tenía que seguir adelante, en ese momento trabajaba vendiendo en la calle bajo la lluvia, y estudiaba dos titulaciones a la vez: me dormía a horas intempestivas y sacaba todo, con todo el dolor. Pero desde octubre del 2020, la supuesta “depresión”, iba a más. En la cocina, me empezó a picar el tobillo y desde ahí a todo el cuerpo en cuestión de días. Unos picores que duraron cuatro meses, y que no podía soportar, dejando mi cuerpo lleno de heridas: a ello se le unía una fiebre nocturna, sudores fríos de mañana, y los moratones, claro.
Tras consultar al médico a mediados de diciembre, ésta me recetó unos antidepresivos “a ver si funcionaba”, que nunca llegué a tomar gracias al criterio de mi psicóloga y de mi allegada, Mercedes, que decidí ir al hospital. Allí me vieron los moratones, tal era lo que dudaba de mí misma que le llegue a decir a la doctora que no sabía si era psicológico, pero me aseguró que, aunque no lo sabía desde luego que mental o no, no debía tener moratones ni yo ni nadie, y me mandó una crema que nunca funcionó.
Pero el 13 de enero, comenzó lo que yo llamo como la noche de los horrores. Mi cuerpo ya no podía más, me desmayé en el baño, sentía que tenía algo en la tráquea obstruyéndome, sentí que el vómito por el que fui al baño se quedó en un agujero. Lo único que recuerdo es que llamé a emergencias, con la mirada nublada y sin oír, pero no me entendían porque me quedé sin voz. Saqué fuerzas para llegar al cuarto de mi compañera de piso. Tardaron una hora, aproximadamente, en llegar y me llevaron al hospital.
Me empezaron a interrogar en urgencias, con un tono condescendiente a mis descripciones sintomáticas. De mi experiencia, de primeras he de decir que me encontré con los médicos más insensibles, de los cuáles no sentí el apoyo durante toda la noche. “Si eso fuera así, estarías muerta”: me dijo el responsable de guardia, al asegurarle que sentía que me ahogaba.
Tras numerosas pruebas y asegurar que, una vez más, se trataba de una depresión; pues por el pasillo a través oí sin filtro: "Se puede tratar de una depresión adolescente", ahora solo quedaba una radiografía. Y ahí tuve ese sexto sentido, cuando sabes que algo va a ir mal. Tras unas horas en la sala de espera el médico me llamó y vi cómo se le cambió la cara: “Sofía, te tengo que contar algo con lo que no contaba, te hemos encontrado algo en el pulmón”. Me quedé en shock, lloraba mientras el doctor se aferraba en que era joven y me ofrecía ser ejemplo de ecografía para una clase de medicina. Me encontré llorando, y luego entré en pánico.
Lo único que sabía del cáncer era lo que leí en los libros, y lo que se ve en la tele, sólo recordaba la película “Un monstruo viene a verme” en bucle. Durante semanas de pruebas, ingresada, me estuve aferrando a la posibilidad de que podía ser otra cosa. Pero finalmente el diagnóstico se confirmó. Una vez más me encontré con la apatía de los profesionales, incluso una enfermera me regañaba por llorar en la planta tercera: “Así no te vas a poner buena”. Vale, sí, hay que ser positivos, pero tengo 22 años y me acabo de enterar de que tengo un cáncer, pero permíteme llorar y no mirarlo todavía con positividad a la media hora de saberlo. Me aseguraron todos los efectos secundarios que tenía mi tratamiento… Se me iba a caer el pelo, algo por lo que comencé a llorar y lo cual define las prioridades de esta sociedad en cuanto a ser mujer, me podía quedar estéril...
Pero a pesar de todo esto, me quedo con lo bueno. Gracias a esto me reconozco en unos valores que me han mantenido a flote, sé que tengo amigos que desde el verano me han estado cuidando, y a los que desde aquí doy las gracias: estuvieran del modo en que pudieran haber estado, porque estuvieron, y entre todos me he sentido finalmente sostenida en algo firme en lo que apoyarme.
Me mudaron a otra casa, pues mis compañeras eran igual de jóvenes que yo para responsabilizarse. He ocupado tantas camas ajenas a lo largo de estos años a causa de mis circunstancias… He llegado a sentir “que todos los días me dormía en una cama que no es mía”. Aquí, en MI casa, dormí en sofás, en camas ajenas, he dormido en muchos lugares: pero al final encontré un lugar donde, aunque duerma en el pasillo de este domicilio, estoy en mi casa. Encontré donde poder desmayarme, y esa casa mismamente soy yo misma, gracias al cuidado que me han concedido, recordándome la importancia del amor propio: así que en esta historia, no sólo se habla de un cáncer, sino de la importancia de querer.
Quiero reivindicar que no todo es dolor, no quiero que la gente, y sobre todo los jóvenes aprendan con “Un monstruo viene a verme” sólo, o romantizando con "Bajo la misma estrella". No quiero decir “cáncer” y que suene peor que “linfoma”, siendo sinónimos: ¿“tengo un linfoma no un cáncer”? No me definen los hechos, yo me esculpo y el médico que me esculte y me escolte a otra alta más.
Y es que, a veces, hay alegría, y te das cuenta de que: la gente te quiere bien. No es una cuestión de ridiculizar el cáncer, ni ningún otro dilema social: pero tampoco puede ser el opuesto de condenarlo. No hay que temer las cosas porque con miedo no se avanza, todas las cosas, por muy grandes que sean cometen errores: errores con que combatir, con que reír; y en este caso, el linfoma ha pecado al dar conmigo, ojalá peque contigo si un día te llega; ojalá no te quite las ganas de disfrutar las cosas.
Y sí, tuve amigos que se marcharon, familiares que no estuvieron, que desaparecieron del mapa. Tuve amigos que no entendían que mis circunstancias me impedían llevar una vida ordinaria, pues ante la ignorancia de mi situación, ellos entendían menos mis limitaciones: es normal, porque yo tampoco sabía que me encontraba mal, al parecer vivía en una eterna depresión; pese a que yo me siento en primavera constante. Los hubo que marcharon, sí, perdí un trabajo, me sentí muy sola y muy poco comprendida durante años, que no meses o días: pero porque perdí un trabajo dejé de estar en el peligro de coger algo más en la calle, porque otros se fueron, pero llegaron personas como Mercedes que sabían poner inyecciones, porque me seguí riendo sin desesperar encontré más gente valiente como yo, porque lloré para reír.
No todo es dolor, hay algo más. El cáncer, lo malo, te da una lección, porque lo bueno se disfruta y de lo malo se aprende, erosiona el alma. Está todo lo de antes y lo de ahora. Solo sé que voy a estar calva un tiempo y me voy a reír. He ganado yo, no el cáncer, no el dolor, porque todo me hace gracia. Siento el dolor que hay que sentir, en su justa medida, físico o mental. En esta vida no hemos venido a sufrir, la vida es maravillosa... Los colores, ahora cuento los colores, no las horas. No todo es que te pinchen y parecer un cactus, también hay celadoras que te traen petit suisse y que recuerdan tu nombre, hay médicos que te citan a Calderón de la Barca y te sacan una sonrisa, hay cactus con flores; igual que a veces hay médicos como el de guardia apáticos, pero también hay doctoras que comen lasaña para celebrarlo cuando te dan el alta.
Ustedes, lectores, elijan con qué quedarse, como lo haré yo: elijo lo bueno, y con el hecho de que mi corazón y mis pulmones no están contaminados de dicho dolor, porque milagrosa o casualmente no están dañados; como del mismo modo, mi mente es un riachuelo y no un mar en tempestad. Si una madre, o un padre, tiene a un/a niño/a así, quiero que busque (#cáncer) y encuentre un rayito de sol, quiero que vean algo más que dolor, y por lo tanto generarlo menos, dar esperanza.
Si esta historia demuestra algo: es la importancia de la salud mental y física. Yo fui fuerte, y un poco terca, pero no quiero que se repita, ni la parte física ni la mental, quiero una educación que busque el bienestar en todos los ámbitos humanamente posibles: que conciencie de la problemática social sin extremos, sólo en base “al dolor” que no hay que seguir generando. No he venido a hablar de ideologías: sino de personas. Quiero pasar el resto de mi vida riendo y sacándome partido, haciendo reír a quien quiero, y relativizando.
Gandi dijo que seamos el cambio que queremos ver en el mundo, pero Gandi hoy se retorceria de la guerra que tenemos todos con nosotros mismos: la violencia no es mero armamento, si todos estamos dolidos, con depresiones y linfomas, claro, nadie va a mirar los cerezos que se han puesto en flor. “Siempre hay flores para quien quiere verlas”, Henry Matisse. Si la sociedad y el tiempo me dejan, quiero atreverme a ser feliz y descubrir quién puedo llegar a ser: ojalá, enfermos de cáncer o no, todos actuáramos así, sin miedo.
Escucho una voz: la mía, porque estoy hablando con la misma que no perdí, y que se me dijo que podía quedar en un hilo, supe escuchar lo que me rodeaba, vi más allá de la tragedia y la hice tragicomedia, y mañana me veo corriendo en la playa, en Italia, o en Kenya. A lo mejor perdí herederos, tal vez: pero diré para que digan, para que vivan igual.
Por eso políticos de la Xunta de Galicia me dirijo a ustedes, ¿cuándo se va a normalizar el cáncer desde edades tempranas? ¿Cuándo se van a visibilizar las enfermedades para que no se nos vea como personas desgraciadas? ¿Los políticos tienen intención en este 2021 en invertir en visibilizar y educar sobre el cáncer?
Os ruego que me ayudéis a difundir y firmar esta campaña por todos tus grupos y contactos de WhatsApp y Redes Sociales. Si conseguimos 500 apoyos, esta pregunta llegará a los distintos partidos políticos de la Xunta de Galicia, teniendo la obligación de darnos una respuesta.