¡Hola! Somos Rosa Victoria Chauca y Mario Augusto Puga, dos personas autistas que se hicieron amigos en medio de la crisis. Lo que nos unió fueron las experiencias de acoso escolar que vivimos durante varios años. No solo nos pusieron apodos y se burlaron de nosotros en diferentes situaciones, sino que también fuimos agredidos físicamente y fuimos testigos del sufrimiento de otros chicos y chicas.

La comunidad neurodivergente, sobre todo, es la que más sufre con estos abusos. Para muchas personas, ser “diferente” es malo y todos los que tenemos alguna característica que resalta merecemos ser expulsados o maltratados para recordarnos que no pertenecemos.

Esta creencia no es gratuita, es la sociedad la que alienta a niños, niñas, adolescentes y jóvenes a tener esta actitud, que lamentablemente no es la excepción sino la norma. Aunque cueste admitirlo, el acoso escolar es un problema sistémico.

A pesar de que el Estado ha implementado el portal Sí Se Ve, que busca acabar con el acoso escolar en todos sus niveles y existe un protocolo para la atención de la violencia escolar, los esfuerzos todavía no son suficientes. 

Los profesores siguen haciendo de la vista gorda ante visibles situaciones de maltrato, respondiendo a las quejas de los alumnos con comentarios como “¿por qué no te defendiste?” o “Es tu culpa, algo habrás hecho”. 

Con la pandemia, estas situaciones no han desaparecido, solo se han transformado. El acoso por internet o ciberbullying es la “moda” actual. Lo peligroso de esta modalidad es que les da a los acosadores la posibilidad de esconderse detrás de una pantalla para atacar de forma anónima.

Necesitamos que el Estado se comprometa con un sistema de fiscalización que sí funcione y que no se quede en el papel, que los profesores y profesoras promuevan acciones para mejorar la convivencia escolar y la importancia de aceptar, respetar y valorar la diversidad. 

Esta es una oportunidad para salvar miles de vidas, porque sí, este tipo de acoso es muchas veces el responsable de los intentos de suicidio de niños, niñas y adolescentes. También influye en su éxito escolar, laboral y en su vida en general. 

Con tu firma nos ayudarás a que nadie más tenga que sufrir por ser diferente. El acoso es una cicatriz que muchas veces no se borra. Solo tienes que dar click en “APOYAR” y compartir esta campaña en todas tus redes sociales, para que tus amigos y familia puedan enterarse de lo que estamos haciendo. 

Si logramos reunir 300 firmas, esta petición tendrá que ser escuchada por los políticos peruanos y ser respondida a través de Osoigo Perú. ¡De nosotrxs depende acabar con la violencia en niñxs y adolescentes!