A mi hija Cindy Priscila Limón la privaron de su libertad el primer día de septiembre del 2020, en la puerta de su casa y mientras tenía un pequeño convivio familiar. Tenía 22 años cuando se la llevaron, y unos días después, ya lejos de su hogar y de su familia, de su pequeño hijo de 7 años, ella cumplió los 23. 

Mi hija era una muchacha muy divertida, muy amigable y alegre, le gustaba mucho bailar, era muy sociable. Yo vivo cerca de su casa y podía adivinar su humor cuando escuchaba a lo lejos la música que ella escuchaba. El día en que se la llevaron yo había comido con ella y había pasado la mañana en su compañía. Como a las 23:50 de la noche, su esposo tocó desesperadamente la puerta de mi casa y me dijo que Cindy se había ido o se la habían llevado. Lo primero que hice fue preguntar por mi nieto y pedí que fueran por él. Después traté de encontrar respuestas. 

Un coche había llegado a la puerta de la casa de mi hija, y aprovechando que su esposo se había metido para buscar un encendedor, se la llevaron. Ellos estaban afuera hablando con un vecino y según las versiones de testigos, cuentan que no solo mi hija, sino que también a ese vecino se los habían llevado. Durante toda la noche y madrugada estuve ahí, en ese pedazo de calle preguntando casa por casa lo que había pasado. Empecé a compartir la foto de mi hija en redes sociales y cerca de las 3 de la mañana llamé al 911 para que acudieran al lugar. Dijeron que irían para tomarme la declaración, pero nunca llegaron. 

Durante los primeros días estuvieron policías ministeriales tratando de hablar con aquella persona a la que supuestamente también se habían llevado y que ya estaba en casa, pero él cambió sus versiones de lo ocurrido y no lo pudieron obligar a declarar. Desde esos días tan convulsos yo no he sabido nada de mi hija ni de la investigación que se lleva a cabo, si es que aún existe una. 

Cuando las autoridades se enteran de que fue un “levantón” (el secuestro de una persona por un grupo delincuencial) dan por concluido todo. Para ellos mi hija es una carpeta más. No buscan, no les importa. Mi hija no estaba involucrada en ninguna cosa que pudiera derivar en que se la hayan llevado así. Pero a nadie parece importarle eso. Mucho menos a las autoridades. Mi nieto pensaba que su mamá tenía coronavirus y que por eso no podía verla. Ahora, aunque intento protegerlo de todo, sé que se dará cuenta de lo que sucede y no sabré explicarle lo que está pasando. 

Después de un mes de la desaparición de Cindy Priscila me uní a Las Madres Buscadoras de Sonora. Al principio, en los primeros días tenía miedo, me fui unos días de mi casa, pero fueron pasando los meses y ese miedo ya se me quitó. Ahora formo parte de este colectivo, buscamos en fosas, buscamos por todos lados, para encontrar a nuestros hijos.

Por eso, yo también  he iniciado esta campaña, para pedirles a nuestros representantes políticos del Senado de la República, que me ayuden a encontrar a mi hija, que hagan todo lo que está en sus manos para buscarla, que nos muestren lo que ha investigado y que no cierren esa carpeta. Por favor, ayúdame a firmar y a difundir esta campaña por todos tus grupos y contactos de WhatsApp y Redes Sociales. Si consigo 500  apoyos, esta pregunta llegará a políticos de distintos partidos del Senado de la República, los cuales me tendrán qué dar una respuesta en esta misma web.

¡Muchas gracias!