Me llamo María Giner, tengo 40 años, vivo en Mutxamel y mi hijo Martí tiene Asperger. Empezamos a ver los primeros síntomas cuando tenía aproximadamente dos añitos, los gestos, las miradas, no eran corrientes, me decían que eran cosas de niños, pero como madre, yo sabía que algo no iba bien, además, tampoco se relacionaba como el resto de niños. En cuanto me dijeron que podía ser un posible Asperger, me puse manos a la obra; le pregunté a la psicóloga de nuestra localidad, y en seguida nos orientó sobre los pasos que debíamos seguir. El primer lugar acudimos al pediatra, y de ahí, a salud mental infantil.

Nuestro día a día ha mejorado mucho desde entonces, llevamos seis años trabajando en Martí y hemos tenido mucha suerte con los profesionales que le han tratado; cabe destacar que, en estos casos, el seguir rutinas es fundamental para su desarrollo. La atención que recibe Martí, es prácticamente toda por el ámbito privado, salvo las revisiones anuales que las realizamos en la seguridad social; mi hijo recibe varias terapias: terapia ocupacional, pedagogía, logopedia… y el coste es tremendamente elevado.

Nos hemos sentido muy apoyados por nuestro alrededor, pero he de reconocer que al principio era complicado por el tema de que me decían que yo exageraba mucho; la gente no tiene ni idea, y lo que tu ves como madre, no se ve desde fuera.

Necesitamos ayudas económicas para que nuestros hijos con TEA reciban todas las ayudas que requieren, no todas las familias pueden permitirse las terapias privadas. En lo referente a la sanidad pública, requerimos ayuda psicológica para as familias y para ellos y más investigación, cada caso es diferente y queda mucho por descubrir. Finalmente, decir que es muy importante su inclusión en clases ordinarios y dotar a los colegios públicos con profesionales que los ayuden en el día a día y les permitan desarrollar sus capacidades de la mejor forma posible.