Hola, me llamo Maicol Córdoba, tengo 22 años, soy fotógrafo independiente desde hace tres años y vivo en Popayán. He estado presente en las manifestaciones sociales que en las últimas semanas ha habido en mi ciudad, como en el resto de Colombia, para hacer mi labor de reportería gráfica que ha quedado documentada en mis redes sociales. Sin embargo, he sido hostigado por la policía debido a mi trabajo.

Las intimidaciones por parte de la policía y de su Escuadrón Móvil Antidisturbios, ESMAD, han sido constantes desde el comienzo de las protestas, el pasado 28 de abril. Los oficiales no toman como algo bueno que uno se manifieste o que haga registros fotográficos de las movilizaciones, y por eso suelen reprimir tanto a quienes respaldan las protestas como a nosotros, los reporteros gráficos. 

A mí hace unos días me pasó que, después de salir de la manifestación, cuando estaba haciendo registros, de un momento a otro unos policías motorizados empezaron a perseguirme a mí y a otras personas que estaban en el lugar. Lo que tuvimos que hacer fue empezar a correr y buscar refugio en alguna casa. En ese momento, dos policías, uno de ellos miembro del ESMAD que iba con un arma aturdidora, empezaron a disparar y a golpear con los bolillos. Alcancé a ver que golpearon a uno de los manifestantes y lo dejaron en el suelo antes de seguir persiguiéndonos.

La Policía dice que sus agentes disparan al aire esas armas de dispersión, pero en realidad las disparan al cuerpo. Ha habido varios compañeros que han resultado muy afectados por impactos de pipetas. Han sufrido heridas graves en la cara, en el abdomen, en las piernas... A mí una vez también intentaron dispararme, pero estaba en un lugar seguro. De no haber sido por una pared, el impacto habría sido en mi cuerpo. En otra ocasión, yo estaba cerca de la primera línea de los manifestantes y una tanqueta del ESMAD nos embistió, como si fuéramos bultos de arena. Por los altavoces, además, los policías nos insultaban.

En Popayán ha habido varios casos de violencia y maltrato policial que han sido noticia. Hay casos de personas que han perdido un ojo debido a disparos de gases lacrimógenos. Pero uno de los más graves tiene que ver con una joven que fue llevada a un Comando de Atención Inmediata, o CAI, por unos policías. Allí dentro, según las denuncias, fue violada por agentes. Cuando pudo salir de allí, ella se suicidó. Al día siguiente hubo una protesta para rechazar lo que había ocurrido, y en la marcha murió otro manifestante, a quien le estalló una bomba aturdidora en el cuello.

Los abusos policiales saltan a la vista y han sido noticia, no sólo en Colombia, sino en varias partes del mundo. Por eso hago un llamado al Congreso de la República, para que adelante una ley que reforme la Policía Nacional a fondo, que le exija no abusar de su fuerza durante las manifestaciones y que respete el ejercicio de las labores periodísticas y de reportería gráfica durante las protestas, que son asunto de interés para la ciudadanía.

Todos podemos ayudar: si recogemos 500 firmas en esta petición, los políticos del Congreso de Colombia me responderán en la página de Osoigo. Apoyar no toma más de un minuto. Y después, compartamos este testimonio con nuestros amigos, familiares y contactos de WhatsApp, para hacer ruido público y visibilizar en todo el país aún más el grave problema de la violencia policial. Los periodistas que hemos sigo hostigados y quienes han sufrido lesiones debido al abuso de la fuerza pública estaremos muy agradecidos.