Mi nombre es Luis Constanza, tengo 32 años y soy una persona de género fluido.

De chico me gustaba vestirme de mujer y no entendía por qué. Pasaba horas mirando el techo pensando por qué me siento mujer si tengo cuerpo de hombre y me gustan las mujeres, pero mi identidad de género no calzaba y no lo entendía.

Durante mucho tiempo me masculinicé y hacía lo que se suponía correcto, pero me seguía sintiendo encadenado y rechazado por mí mismo. Mientras más me masculinizaba, menos me reconocía. Tuve depresiones e intentos de suicidio, y luego de un largo proceso de aceptación, empecé mi tránsito a los 26 años y fue una liberación.

Hace más o menos un año empecé a vivir el género fluido. Ha sido una experiencia rara, porque me siento masculino, pero no totalmente hombre, y actualmente estoy aceptando y abrazando mi propia masculinidad, entendiendo que me puedo permitir tener una expresión de género acorde a lo que sienta día a día.

Ha sido un proceso largo, pero que me ha hecho feliz. La transición es para eso, para ser feliz más allá de lo que piense el resto.

Legalmente cambié mi nombre a Constanza y hoy eso me genera un problema al momento de hacer trámites, porque no calza con mi expresión de género y las personas no lo comprenden. La opción que tengo es cambiar nuevamente mi nombre, pero no es lo que me representa. 

Es una realidad que vivimos muchas personas y es necesario que la Ley de Identidad de Género incluya a las personas no binarias, para poder acceder a documentos de identidad que respeten nuestra identidad de género.

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