¿Qué acciones están realizando las autoridades mexicanas para garantizar el cumplimiento de los derechos de mujeres indígenas con discapacidad?


Hola, mi nombre es Jenny, tengo raíces indígenas del estado de Hidalgo, hablo náhuatl y actualmente vivo en la Ciudad de México. Soy estudiante en la licenciatura de Ciencias de la Comunicación en la UNAM, trabajo como recepcionista en un Broker de Aseguradoras, me apasiona el activismo y colaboro en ‘Yo También’, el primer medio de comunicación a nivel nacional con contenidos exclusivos sobre discapacidad e inclusión.
Hace 11 años mi vida dio un giro radical, tuve un accidente automovilístico a raíz del cual me diagnosticaron con lesión medular, desde entonces soy usuaria permanente de silla de ruedas. Sin embargo, he vivido un proceso de constante adaptación, tolerancia y paciencia a través del cual he desarrollado diferentes habilidades dentro de deportes como natación, box y danza. De igual manera soy una mujer independiente, he viajado sola, amo la fotografía, tengo una pareja y también levanto la voz por aquellas mujeres que no pueden hacerlo.
En este tiempo, he vivido la discapacidad desde dos contextos diferentes: en el entorno rural en la Huasteca Hidalguense y en el entorno urbano en la Ciudad de México, donde radico actualmente. Lo anterior me ha permitido observar y experimentar las dos caras de la discapacidad, así como las brechas sociales, infraestructurales y de oportunidades entre una y otra. Descubriendo la vulnerabilidad y la realidad de muchas niñas y mujeres indígenas con discapacidad que sufren de abandonó y violencia. Aunado a la falta de oportunidades para cumplir su derecho a la educación, por lo cual no saben leer ni escribir, solo hablan su lengua indígena, y por la ubicación de su comunidad probablemente no cuenten con redes de comunicación o un dispositivo móvil.
En muchas ocasiones, la familia es el obstáculo principal para el desarrollo de niñas y mujeres indígenas con discapacidad, quizá por desconocimiento, pero son ellos quienes les impiden salir de casa de manera independiente, el relacionamiento con otras personas e incluso son los principales violentadores de los derechos más básicos como la educación o la salud. Lamentablemente, muchas de ellas no cuentan con un diagnóstico certero acerca de su discapacidad, mucho menos con un tratamiento o terapias adecuadas para lograr el desarrollo de sus habilidades y lograr independencia, por lo cual desde pequeñas asumen su realidad como la única manera de vivir.
Derivado de mi experiencia y como mujer con discapacidad alzo la voz para visibilizar la falta de políticas sociales que integren a las comunidades rurales, es necesario que las autoridades destinen recursos para la constitución de un Instituto que vigile el pleno cumplimiento de los derechos humanos y que brinde bienestar a niñas y mujeres indígenas con discapacidad, poniendo atención a los diferentes tipos de violencia que sufren, así como una comunicación efectiva que tome en cuenta la lengua que se habla en cada comunidad. De igual manera, para aminorar la brecha de desigualdad, es vital que como sociedad se generé mayor sensibilidad y empática hacia las personas con discapacidad, es necesario que nos incluyan y nos vean como ciudadanos, con las mismas oportunidades y derechos que el resto.