Hola, soy Daniel Meléndez, tengo 24 años y soy de Popayán. Estudio Derecho en la Universidad del Cauca y tengo una óptica en mi ciudad. El pasado 28 de abril, el primer día del paro nacional convocado en Colombia para protestar contra el actual Gobierno, perdí un ojo por el disparo de un gas lacrimógeno por parte de un agente de la Policía.

Todo ocurrió así: después de la protesta, yo iba de regreso a mi casa, que queda en el centro de Popayán. Iba caminando con mis hermanos y con un grupo de manifestantes. De repente, en una especie de emboscada, miembros del Escuadrón Móvil Antidisturbios (ESMAD) de la Policía empezaron a lanzar gases lacrimógenos. Una de esas balas me impactó en el ojo derecho.

En ese momento, me dirigí a un puesto de bomberos, quienes me prestaron los primeros auxilios en el edificio de la sede de la Central Unitaria de Trabajadores (CUT). Hasta allí llegaron de nuevo agentes antidisturbios y volvieron a disparar gases lacrimógenos sin importarles que yo estaba herido de gravedad y que me estaban atendiendo. De esto hay imágenes y videos. Tengo entendido que el ESMAD no debe disparar de manera directa a los manifestantes, porque tienen un protocolo que indica que no deben abrir fuego a 90 grados, precisamente para evitar lesiones graves en las personas. 

Minutos después llegó una ambulancia que me llevó al Hospital Universitario San José. Allí, el oftalmólogo que me revisó me dijo que había perdido el ojo. Sin embargo, debido a que en Popayán no hay especialistas, sólo me reconstruyeron el pómulo y se ocuparon de los detalles estéticos de mi cara. 

Cuatro días después me remitieron a Cali, a unos 140 kilómetros, para someterme a dos procedimientos quirúrgicos. Me dieron el alta ayer, 6 de mayo. Los médicos me han dicho que hay que esperar mucho tiempo para que el ojo empiece a evolucionar, que él mismo se va reconstruyendo. Es probable que tenga que trasladarme a vivir a Cali para continuar con el proceso de curación. Por supuesto, a raíz lo sucedido, no he podido seguir trabajando en mi óptica, que ha estado cerrada todos estos días.

Después de la agresión, he hecho denuncias ante la Fiscalía y la Procuraduría, pero parece que estas instituciones a veces no funcionan. Uno hace la denuncia, le dan un número de radicado y anuncian una investigación, pero al final el proceso no avanza. Colombia tiene un aparato judicial muy lento e ineficiente.

Cuento esta historia porque quiero que se conozca mi caso, que no es el único que ha habido en todos los días que llevan las manifestaciones en Colombia, y para visibilizar la manera en que el Estado ataca cuando su población ejerce su derecho a manifestarse de forma pacífica. 

Por eso llamo a los políticos del Congreso de la República para que tramiten una reforma estructural a la Policía Nacional y para que liquiden el ESMAD, que es un organismo creado para reprimir la protesta pacífica y que ha estado implicado en muertes de manifestantes desde hace varios años. Necesitamos un cambio a fondo, no sólo que se cambien de uniforme, sino que los agentes reciban una educación correcta sobre el manejo de las armas y sobre el respeto de los derechos fundamentales y los Derechos Humanos.

Con la ayuda de todos podremos conseguir las 500 firmas necesarias para dar más visibilidad a los abusos de la autoridad y presionar para impulsar una ley que reforme de verdad la Policía colombiana. Sólo hay que registrarse en la página de Osoigo y apoyar. No toma más de un minuto. Y después, difundamos mi historia, que es la misma de muchas personas, por WhatsApp entre amigos, familiares y compañeros. Todos los que hemos padecido la violencia policial estaremos muy agradecidos.