Pregunta para Parlamento de Galicia

Daniela convive con el síndrome de Rett, pero ante todo es una niña que quiere ir a clase, estimularse y convivir niñxs de su edad. ¿Por qué tenemos que ir mendigando educación e inclusión cuando se tienen necesidades especiales?

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Fátima Miguez Pregunta de Fátima Miguez

Daniela, nuestra “Dani”, es una campeona, una guerrera que lucha batallas a diario desde que nació. Este año cumplirá los 6, una edad en la que la escolarización es obligatoria, un derecho de la infancia lo llaman, pero cuando se tienen necesidades especiales parece que la educación es un favor que te hacen. Tienes que ir luchando constantemente para que a tu hija se le preste atención, se trabaje con ella, se la acompañe y se la considere una compañera más de su clase, no un mueble. 

He tenido que ver imágenes de actividades en la escuela, en las que mi hija estaba apartada del grupo, al fondo, dormida, o “tomando el sol” como nos llegaron a decir. Sabemos que Daniela tiene dificultades motoras y de comunicación a causa de la enfermedad, pero a ella le encanta interactuar con otros niñxs, le gusta esa cercanía, y es muy trabajadora cuando se la estimula. Solo necesita el apoyo y material necesarios para ayudarla.

Es por ello que lanzo esta petición, para que se vea la realidad de cómo es la panacea de la inclusión en la actualidad. No es solo mi caso, muchas familias sentimos esta frustración de ver que nuestros hijos no reciben su derecho a la educación en igualdad, se nos reniega a colegios de educación especial en los que tenemos pocas opciones de elección. Escúchenos, somos las primeras que queremos inclusión para nuestro hij@s.

Lo que no puede ser es que desde un principio no nos digan desde el colegio ordinario que no van hacer nada por atenderles y nos den falsas esperanzas. Es menos dañino que nos digan que no pueden atenderles. Cuando Daniela fue escolarizada, le hicieron una valoración para conocer sus necesidades, la vieron, entregamos informes, y todo para solicitar a educación lo que ella necesitaba para comenzar el curso. Pues de eso no se hizo nada.

Mi hija salía triste, llorando, ni en meses consiguió tener una mesa y una silla adaptada a sus necesidades para estar junto a sus compañeros, me veía obligada a reclamarla en persona en dirección cada cierto tiempo y siempre recibía excusas, indiferencia, “no tenemos todavía solución”, “tenemos que consultar con la inspectora si lo tenemos que hacer…”  aunque ya indicase la normativa claramente los pasos a seguir.

Daniela tuvo que pasar gran parte del curso pasado en casa con educación domiciliaria por su estado de salud. Solicitamos al colegio profesorado, y nos mandaron a un profesor nativo de inglés, asignatura que nunca había dado y en la que obviamente lo que necesitaba era una PT o un docente terapéutico para poder trabajar. Pues hasta que no pusimos una queja no nos lo mandaron, en serio, ¿hay que llegar a enfadarse, a tener que solicitar inspecciones para que se actúe desde el colegio?

Necesitamos la verdad de los centros sobre la atención que recibirán nuestros hijxs, y que desde educación se pongan los recursos necesarios para facilitar la labor del profesorado. No hacer uso del “como no sé, no hago nada”, “como es solo un caso, no nos ocupamos de la niña” y os invitamos a salir del centro que solo dais problemas.

La indiferencia no es una opción, nosotros seguiremos luchando por Daniela, porque se haga visible que con estas actitudes desde la infancia, estamos enseñando a las nuevas generaciones que la discapacidad no hay que abrazarla, cuando en realidad, “la única discapacidad realmente peligrosa está en el cerebro de aquellos que creen que ser diferente... es ser menos”.

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Pregunta dirigida a: Parlamento de Galicia

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