Quiero empezar diciendo que el tema de las adopciones internacionales no es una de mis especialidades, ya que soy Portavoz en la Comisión de Fomento y miembro de las Comisiones de Justicia y de Hacienda. No obstante, eso no puede ser un obstáculo para formarme una opinión propia sobre el asunto que preocupa a Pilar.

He investigado un poco y he visto que, desde enero, creo, Rusia ha exigido a España que las adopciones de niños y niñas procedentes de este país no beneficien a parejas homosexuales (gays y lesbianas). Esta imposición de Rusia ha creado problemas con la firma del Convenio, y ha retrasado unos trámites que tienen a más de 600 familias esperando.
 
No conozco la postura oficial del PSOE, aunque la he buscado. No la he preguntado directamente porque no he tenido ocasión de hacerlo. Sin embargo, mi reflexión es que nos enfrentamos a un dilema. Por una parte, aceptar la intromisión de Rusia en nuestra propia legalidad levanta ampollas. Renunciar a firmar el Convenio como están exigiendo algunas asociaciones de colectivos LGTB puede ser un gesto, pero afectaría a más de 600 familias que esperan ilusionadas la posibilidad de adopción. En el derecho internacional es muy complicado romper lazos comerciales o diplomáticos por cuestiones como ésta de la que estamos hablando. Así que renunciar a la firma del Convenio sólo perjudicaría a las familias españolas que se encuentran a punto de adoptar a un niño o niña procedente de Rusia.
 
De hecho esto es lo que ha ocurrido, según acabo de leer. El 9 de julio se firmó el Convenio bilateral y se desbloqueó la llegada a España de 160 niños/as con familias ya asignadas.
 
Otra posibilidad era la de no firmar el Convenio, para evitar la complicidad con las políticas homófobas rusas. Insisto en que estoy escribiendo mi posición personal, no la del PSOE. Creo que no firmar este Convenio mientras se mantienen todo tipo de lazos comerciales y diplomáticos no tiene mucho sentido. Rechazar estas adopciones mientras se promociona España en Rusia, se vende nuestra excelencia turística o se recurre al cliente ruso para vender las casas más caras de nuestra costa mediterránea no parece que sea algo que vaya a cambiar la política de Estado de rechazo a la homosexualidad. Y, por el contrario, perjudicaría a varios centenares de familias españolas.
 
Que Rusia haya impuesto estas condiciones no impide que en España puedan adoptar las parejas LGTB. Pueden recurrir a niños/as de otras nacionalidades. Yo creo que este Convenio debía firmarse, aunque resulte doloroso plegarse a las condiciones impuestas por Rusia. Pero es una opinión personal, que no tiene por qué ser la del PSOE.