Me llamo Carolina, tengo 26 años, y vivo en Fuentes de Andalucía. 

En mi adolescencia a los 14 años, esa etapa donde empezamos a explorar y a intentar conocernos mejor a nosotros mismos, me empezó a gustar una chica. En ese momento, me sentía perdida porque no comprendía qué es lo que me estaba pasando, si a mi me gustaban los chicos o me debían de gustar como chica que soy. Después de estar meses luchando conmigo misma, por no querer aceptarlo, finalmente di el paso y comencé a salir con una chica. 

Nos educan en unas etiquetas y estereotipos de género que en función de tu sexo tienes que cumplir con unas expectativas y “normas”, y todo lo que se sale de ello, te cuestionas si es normal lo que te está sucediendo, y más en un entorno rural donde todo el mundo te conoce y eres consciente de que en el momento en el que te salgas de la “normalidad” te van a mirar o a cuestionar. Yo he tenido la suerte de crecer en un entorno donde la gente me ha aceptado, pero he tenido que escuchar de manera indirecta, comentarios discriminatorios como “dos tías besándose, qué asco”, “tortilleras”. 

Creo, además, que los gays sufren más discriminación que las lesbianas por el simple hecho de que vivimos en una sociedad patriarcal donde la mujer sigue estando cosificada e hipersexualizada. Conozco casos de chicos, que sí que han sufrido más discriminación por su entorno y por su familia, y hasta que no se han ido a vivir a otros lugares o ciudades no se han atrevido a visibilizar su orientación sexual. 

Para romper con todas estas discriminaciones y etiquetas que existen en nuestra sociedad, es necesario que desde la escuela se eduque, por un lado, a no hacer diferenciación ni etiquetas de género, y, por otro lado, educar en sexualidad y de la importancia de amar a la persona desde el respeto, sin importar el género. A su vez esta educación debe de ir de manera paralela a la educación que se recibe en los hogares, porque si desde pequeño o pequeña escuchas comentarios discriminatorios como “bollera”, “maricón” inconscientemente ese niño o esa niña va a asociar a que la homosexualidad es algo negativo, y en la etapa de la adolescencia lo puede llegar a pasar muy mal al no comprender qué es lo que le está pasando y sentirse que no tiene apoyo. 

Hasta que no normalicemos que cada persona puede tener una orientación sexual diversa, es decir, sin lo establecido por los estereotipos de género marcados en la sociedad seguiremos viendo como cada vez aumentan las agresiones al colectivo LGTBI. O el imaginario colectivo de pensar que el día del Orgullo Gay es una fiesta. Lejos de ser una fiesta, es un día en el que se reivindica toda la lucha del colectivo, para que podamos vivir desde el respeto, y no desde el odio. Es un día para recordar que hace años en nuestro país mataban a las personas homosexuales, y que a día de hoy sigue ocurriendo en otros países.

Por ello, me gustaría dirigirme a la clase política de este país para pedir que se trabaje en sensibilizar y visibilizar al colectivo LGTBI, que haya una educación desde la infancia para normalizar la orientación sexual y que la importancia recaiga en el respeto. Es necesario eliminar todas las etiquetas de género que siguen fomentando que haya homofobia y discriminación hacia el colectivo LGTBI.