Es necesario que los trenes cuenten con más seguridad para evitar todos los episodios de acoso que sufren las mujeres en los vagones.

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Hola, me llamo Aura, tengo 24 años y a los 19 sufrí un episodio muy fuerte de acoso callejero. Como cualquier mujer, he sufrido en otras ocasiones acoso callejero, pero este caso provocó en mí un trauma que limitó mi vida por el miedo a que me volviera a pasar. Escribo en osoigo para dar voz a mi caso y al de muchas otras mujeres. 

Un día, sobre las 13h cogí el tren que me llevaba desde Sagunto hasta Valencia. En uno de los vagones se encontraba mi amigo esperándome. Cuando me subí a un vagón que no era en el que estaba mi amigo, me dispuse a caminar por el tren en su búsqueda. De repente, vi un grupo de hombres de entre 30 y 40 años, todos muy grandes, y como acto reflejo agaché la cabeza para pasar por delante de ellos. 

Uno de los hombres se puso en mi camino y cuando levanté la cabeza me cogió para darme un beso forzado, le empujé pero no sirvió de nada. EL resto reían. Los pasajeros del vagón miraban sin hacer absolutamente nada. Yo, en cambio, estaba paralizada y solo quería seguir caminando por el tren, pero el acosador me lo impedía. Por fin, unas chicas de unos 15 años le empezaron a decir que me dejara tranquila. Esto provocó que me volviera a coger, en este caso arañándome el brazo para conseguir el beso. Sus amigos empezaron a decirle que parara y que me dejara tranquila. 

Cogí fuerzas y, cuando me cogió una tercera vez de la camiseta para tirar de mí y me caí al suelo. Le dije que no tenía derecho a hacerme eso y que “qué asco”, a lo que me respondió: “Cosas más asquerosas te has metido en la boca, guarra”. Ante la pasividad del vagón, excepto la de las dos chicas, agaché la cabeza y seguí caminando. Su intención era perseguirme, pero se encontró con que las dos chicas de quince años se levantaron para no dejarle pasar y evitar que siguiera acosándome durante todo el camino. 

Llegué por fin al vagón de mi amigo y empecé a llorar. Unas señoras me recomendaron que llamara a renfe, quien se desvinculó totalmente del tema. Otra mujer que trabajaba en CCOO me recomendó llamar a la Policía Nacional. Llamé para denunciar la situación y para que hicieran algo cuando el tren llegara a su destino. Así fue. Llegamos a Valencia y había un vigilante de seguridad en cada puerta de cada vagón esperando para ver si encontraban al hombre que había descrito. Me acerqué a ellos para indicarles que había llamado yo, y con mucha amabilidad trataron de tranquilizarme. 

Justo en el momento en el que ya estaba hablando con los policías, vi al acosador por detrás de uno de ellos y así se lo hice saber. Lo retuvieron y estuvieron haciéndole preguntas. Un policía joven intentó tranquilizarme diciendo: “Entiende que te pasen estas cosas, es que eres una chica muy guapa”. Después de escuchar esto y cómo el hombre lo estaba desmintiendo todo y llamándome “mentirosa”, decidí no denunciar en ese momento y esperarme a estar en casa tranquila. 

Cuento esta historia porque no quiero que esto les pase a más niñas. Es curioso, que en un tren transitado no haya apenas seguridad para poder evitar estos sucesos. Deberían poner más efectivos en los trenes, ya que día a día ocurren cosas como estas y no son un espacio seguro para las mujeres. También considero necesaria la formación de los cuerpos de seguridad en temas relacionados con el acoso callejero a mujeres o el abuso sexual en las calles. Es necesario que los policías nos transmitan confianza a las víctimas para que nosotras podamos dar el paso de denunciar. 

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