Pregunta para Asamblea de Madrid

Las personas vulnerables son olvidadas por todos, ¿por qué siempre premiamos y reconocemos socialmente a aquellos que triunfan, pero nos negamos a mirar a las personas que más sufren?

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Mi nombre es Jesús y coordino la asociación “Bocatas – Pasión por el hombre”, también conocida como “Tribu los Bocatas” (web, Instagram, Facebook), que lleva veintiséis años dedicándose al acompañamiento de los más pobres y olvidados de Madrid, especialmente llevando comida y calor humano a los drogadictos de la Cañada Real.

Estos años de pandemia han sido los más intensos y bonitos de la historia de Bocatas. En marzo de 2020 el mundo entero se detuvo y se encerró en casa. Como consecuencia del confinamiento, muchas personas empezaron a experimentar serios apuros económicos, no pudiendo pagar el alquiler o la compra. Y todo en un clima “apocalíptico”, de miedo, soledad e incertidumbre que afectó sobre todo a los más vulnerables. 

Dos o tres amigos vimos que no podíamos mirar para otro lado y decidimos que Bocatas no iba a cerrar sus puertas. “La caridad no puede parar”, dijimos en un manifiesto, y nos pusimos manos a la obra con quien quisiera ayudar. Al principio éramos muy poquitos, pero poco a poco empezó a unirse gente y todo creció de manera armónica.

Lanzamos la campaña El Amor Vence Siempre y la respuesta de la sociedad civil fue increíble: 500 voluntarios, empresas que donaban alimentos y productos, personas que aportaban de su bolsillo lo que podían, etc. Fue muy bonito, porque se implicaron todo tipo de personas y “actores sociales”: pequeñas y grandes empresas; agricultores que tenían excedente de producto en la otra punta de España y nos mandaban un camión cargado de patatas o de pepinos; vecinos del barrio que cuando iban al Mercadona compraban una bolsa de más y nos la traían; gente que paseando al perro veía toda la actividad en nuestro almacén y decidía unirse a ayudar, etc. Incluso el ejército, trabajadores de Metro o los servicios de limpieza del Ayuntamiento se unieron en algún momento a ayudar en el almacén de Bocatas.

Cada dos semanas visitábamos a unas 1.300 familias (4.500 personas en total) y les llevábamos cajas de comida y otros productos (desde limpieza e higiene hasta ropa, juguetes, electrodomésticos y muebles). A algunos hubo que ayudarles a buscar habitación o vivienda dignos, e incluso se creó un portal de empleo para ayudar a buscar trabajo. Entrevistábamos a cada familia para conocer sus necesidades y procurábamos que los voluntarios entablasen algo de relación con ellas, que es algo fundamental.

En agosto tuvimos que poner fin a aquel “programa extraordinario”, pero lo que empezó en aquella rara y larga primavera de 2020 no se quedó allí. Continuamos con unas 200-300 familias que vienen a recoger la comida una vez al mes, y todos los días hay voluntarios en el garaje de Bocatas, que se ha convertido en un lugar privilegiado de encuentro y de acogida para todo tipo de personas que necesitan ayuda o que quieren ayudar. Es el «garaje de la ternura»: un lugar en el que servir al otro, al débil, al necesitado. Lo bonito de Bocatas es que no se sabe quién está siendo ayudado y quién no, porque se acoge a cualquiera: tenemos pobres, gente en exclusión social, inmigrantes sin papeles, gente sin trabajo, con depresiones, jubilados venidos a menos que no saben qué hacer, etc. Bocatas y el garaje se han convertido en un “hogar” para muchas personas.

De cara a las instituciones me gustaría pedirles que den más visibilidad a este tipo de acciones, que bajen al barro, que conozcan la realidad de la gente, de los olvidados, los fracasados. Nuestra sociedad mira únicamente a la gente de éxito, pero se deja por el camino a quienes han fracasado y han quedado fuera del sistema. Una sociedad así es, sin duda, una sociedad menos humana. Nuestra sociedad necesita espacios en los que se reivindique el valor de servir al otro, al necesitado, al que sufre, al fracasado. Menos espacios de vanidad, like y autobombo y más espacios de servicio gratuito a los demás. Los políticos tienen que mirar a la ciudadanía y la política institucional tiene mucho que aprender de iniciativas que, como Bocatas, construyen desde la base, en las que lo principal es el servicio al otro. Solo así se puede ir hacia una verdadera política de lo humano.

Por todo esto nos gustaría preguntarle a la Asamblea de Madrid lo siguiente: ¿por qué continuamos dejando todo el espacio y protagonismo a aquellos que triunfan, pero no damos visibilidad a los olvidados y marginados y a quienes se dedican a ellos?

En Bocatas experimentamos el bien que supone introducir en nuestras relaciones la lógica del servicio al otro, de la gratuidad, de la acogida, del don, del darse al otro. Introducir esta lógica de acogida y servicio al otro en los distintos niveles de la sociedad y la política sería una auténtica revolución y haría un enorme bien a la sociedad. Sería verdaderamente “hacer sociedad”, “hacer civitas”, “construir la polis”. Sería hacer política en su sentido más profundo.

Una sociedad no se hace únicamente a base de los méritos de los que triunfan, sino también —y más aún— atendiendo las necesidades de los que están marginados y en peor situación. Si queremos que nuestra sociedad y nuestro mundo sean más humanos, no podemos olvidar a quienes más sufren. Una sociedad que solo mire a las personas de éxito será, inevitablemente, una sociedad más vacía, inhumana y hastiada. 

Es necesario poner en el centro de atención, en el punto de mira, la herida, la indigencia y la necesidad, pues solo así lograremos una sociedad más humana. Vivimos en la era de la apariencia (nuestras vidas son, a menudo, lo más parecido a un escaparate o a un perfil de Instagram, donde todo es apariencia) y nuestra sociedad también quiere aparentar estar bien, por lo que la pobreza y la marginalidad son ocultadas y silenciadas. Hemos crecido apartando la vista, mirando hacia otro lado, pues no soportamos mirar a la cara a quien sufre. Desde Bocatas reivindicamos dar más visibilidad a “los bajos fondos”, al mundo marginal. Es el primer paso para darles valor, prestarles toda nuestra ayuda, integrarlos y luchar por la mejora de su situación. Es, también, el primer paso para mejorar de nuestra sociedad.

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