Mi nombre es Vanessa Santamaría, soy hermana de Fiorella, una mujer joven, trabajadora, con dos hijas que quedaron en la orfandad por culpa de un asesino que hasta el día de hoy no tiene una condena firme.

Fiorella es natural de Chiclayo, pero solía trabajar en otros lugares para poder mantener a sus hijos y darles todo lo que necesitaran. Para el 2018, quiso volver a la ciudad para estar con sus hijos un tiempo, pero para el 2019 le volvieron a ofrecer un trabajo en la sierra de La Libertad, un lugar muy alejado a 36 horas de Chiclayo. Pagaban muy bien y decidió irse. Es en ese lugar donde conoció a su asesino, un tipo que decía amarla.

Nuestra familia no conoció de su existencia hasta mayo de 2019, y recién lo conocimos en persona en julio de ese mismo año. Volvió a Chiclayo porque yo di a luz, y vino junto con él. Cuando yo lo trate parecía una persona tranquila, aunque muy callado y distanciado. Fiorella volvió a venir varias veces en los meses siguientes, siempre acompañada de él. Hasta que, en octubre de 2019, ella llegó junto con él y con golpes notorios. Yo lo emplacé, pero él me dijo que le preguntara a ella, porque él no tenía nada que ver con eso. Se hacía el inocente.

Pasó el tiempo y, el 12 de diciembre, él me escribió para decirme que habían encontrado a mi hermana saliendo con otro hombre. Yo le hablé a mi hermana para que me explicara la situación, pero ella me dijo que seguían juntos, que era un malentendido. El 12 de diciembre fue el último día que tuve comunicación con Fiorella.

Traté de contactarla, pero no tenía respuesta, hasta que una vecina me dijo que le preguntara al tipo, que él sabía lo que había pasado. El 14 de diciembre a las 7 de la noche me avisan que habían encontrado el cuerpo de una chica a las orillas del río Marañón. Yo no quería creerlo, tenía que verlo con mis propios ojos. Finamente me enviaron las fotos y me di cuenta que sí era mi hermana, la pude reconocer por unos tatuajes que tenía. Tenía el tabique destrozado.

En los días que estuvo desaparecida, paralelamente estuvimos hablando con el tipo. Él se hacía el loco y decía que mi hermana se había ido a trabajar a un lugar donde la señal de su celular no funcionaba, cuando lo que estaba intentando es desaparecer el cuerpo de Fiorella. Nuestra familia tuvo que viajar hasta la ciudad de Trujillo, que fue donde llevaron el cuerpo para que la forense lo revisara. Ella nos dijo que mi hermana había sido salvajemente golpeada. Yo formalicé la denuncia contra este tipo. Luego averigüé que el mismo día que mi hermana desaparece, él estuvo con ella. Asimismo, supe que el tipo solía tener ataques de celos y le rompía el celular a Fiorella.

Para proceder con la captura ha sido todo un reto. Las autoridades no nos daban las facilidades, pero, luego de muchas dificultades, se pudo dictar la prisión preventiva. Se trata de un caso que nos ha costado mucho. En junio de 2021 venció el primer periodo de prisión preventiva, la cual hemos extendido por 6 meses más. Fue recién este año, luego de mucho tiempo de cometido el crimen, que se revisó el celular de mi hermana y encontraron que él se lo había quedado. Él niega todo, pero obviamente las pruebas lo desmienten. Lo que me parece más injusto es que el juez que lleva el caso nos ha dicho que si para enero de 2022 no hay una acusación formal, el tipo va a salir libre.

Es por eso que hoy inicio esta campaña. La memoria de mi hermana no puede quedar manchada por un sistema tan sesgado y que nos pone muchas trabas para encontrar la justicia que Fiorella y muchas más mujeres necesitan. Queremos que se acelere el proceso y que este hombre tenga la condena que le corresponde.

Para lograr que las autoridades peruanas me escuchen y atiendan mi caso, necesito lograr el apoyo y las firmas de 300 personas. De esa manera, tendrán que responderme en el portal de Osoigo Perú y ayudarme a encontrar el descanso en paz que mi hermana se merece. Solo tienes que dar click en “Apoyar” y difundir el caso en todas tus redes sociales. Juntos podemos encontrar justicia.