A mis 21 años intentaron drogarme invitándome a un chupito. ¿Por qué no se endurecen las leyes frente a este tipo de delitos?

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Me llamo Raquel, tengo 28 años y vivo en Valencia, ciudad a la que me mudé cuando comencé mis estudios. Fue en esa etapa en la que viví un acontecimiento que, por lo que estoy viendo, es más común de lo que podría llegar a imaginar. 

Una tarde quedé con una amiga y un compañero de clase para salir a tomar unas cervezas al Barrio del Carmen, zona de bares de la ciudad. Entramos a uno de los locales y, al poco tiempo de pedir, uno de los camareros y su grupito de amigos nos invitaron a tomar un chupito. Mi amiga y yo nos dimos cuenta que el nuestro era de distinto color, pero en ese momento no le dimos mayor importancia. 

Automáticamente nos pedimos otra ronda de cervezas y empezamos a bailar. Al poco tiempo noté que algo iba mal, tenía muchas náuseas y ganas de vomitar. Le pedí a mi amiga que me acompañase al baño. Allí me di cuenta de que a ella también le pasaba algo, de repente se había venido muy arriba, pasó de decir que el camarero no le gustaba a sentirse atraída por él.

Salimos del baño y, por suerte, mi compañero de clase seguía ahí. El notó algo raro, vio que no estábamos bien y decidió llevarnos a casa. Nos dejó en la esquina de mi calle y se fue. En ese momento, mi amiga y yo, eufóricas, decidimos que íbamos a seguir de fiesta, pero antes pasaríamos por mi casa a prepararnos. 

Entramos en el ascensor y nos empezamos a encontrar mucho peor. Al llegar a casa me metí en el baño y, a la que volví a mi cuarto, encontré a mi amiga tirada en la cama como si algo le hubiese pasado. Ambas estábamos mal, acabamos cada una vomitando en un baño.

A partir de ese momento, todo son ligeros recuerdos, no tenemos plena conciencia de qué pasó. Al día siguiente nos despertamos tumbadas en el sofá, mis compañeros de piso nos habían encontrado en el baño. Uno de ellos tenía muy claro que nos habían drogado. De no ser porque estábamos en casa cuando empezamos a no recordar nada, no sé qué nos hubiese podido pasar. Sin embargo, pese a todo, no fuimos capaces de denunciar, teníamos miedo a que nos culparan de todo lo que había pasado.

Lamentablemente, nuestra historia no es un caso aislado, cada vez son más las chicas que están denunciando este tipo de actos. Las mujeres necesitamos sentirnos seguras cuando salimos, ya sea en la calle o en los bares. Personalmente, creo que hace falta más conciencia social. Estamos acostumbradas a que nos metan el miedo en el cuerpo con la típica frase de “no dejes la copa al descubierto”, nos culpabilizan a nosotras en lugar concienciar sobre los riesgos que puede tener hacer algo así. 

Sin embargo, nadie hace nada. Las instituciones deberían endurecer las leyes frente a este tipo de actos, no vale con dar un toque de atención, si ellos ven que están cometiendo un delito real, igual las cosas pueden empezar a cambiar

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