Sufrir acoso escolar y no tener un acompañamiento hizo que tuviera otros problemas durante mi adolescencia e incluso en mi adultez. ¿Por qué no se fomenta más la educación emocional en las escuelas?

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Me llamo Jordi, soy de Barcelona y trabajo de presentador de radio y televisión. En general, pienso que tuve una infancia feliz y que fui un niño muy alegre. Me sentía bien con mi familia, veraneando en el Montseny… Tengo recuerdos muy bonitos. El único contexto en el que tuve problemas fue en el colegio, y todo eso, por supuesto, me marcó mucho.

A partir de los ocho años empecé a sufrir acoso escolar. Me insultaban por ser un niño que “hacía cosas de niña”: me juntaba con las niñas, era muy expresivo gesticulando (y lo sigo siendo), me gustaban las Spice Girls, llevaba ropa diferente… Para mí fue muy duro ver que no podía ser yo mismo sin que me discriminaran. Ser diferente hizo que me sintiera como si tuviera una tara. Como si fuera un error.

Yo me rebotaba contra mis acosadores, también insultaba y hacía comentarios fuera de lugar para defenderme. Con esto quiero decir que yo tampoco lo hice bien, y es algo que me lleva a reflexionar muchas veces. El acoso se prolongó hasta la ESO, y yo cada vez me rebotaba más y me encontraba en situaciones más tensas, en las que pasaba mucho miedo.

Finalmente, en 4º de la ESO, a raíz de un conflicto entre mi mejor amiga y yo y mis abusadores, y después de una charla con profesores y padres de alumnos, vimos que la mejor opción era cambiarnos de centro, y así lo hicimos. Cursé el bachillerato en otro instituto, donde me sentí mucho más acogido. Además, conocí un grupo formado por personas del colectivo LGTBI, algo que me ayudó a conocerme y comprenderme a mí mismo, y a desaprender muchas cosas.

Aunque encontré un nuevo camino en el que sentí que podía ser yo mismo, las vivencias que tuve y, sobre todo, no tener las herramientas para gestionar todo lo que sentía, me llevaron a desarrollar conductas, tomar decisiones y, en definitiva, vivir situaciones complicadas en mi adolescencia, e incluso mi adultez.

En realidad, no fue hasta hace pocos años que empecé a deconstruirme, trabajarme y ver cómo el tema de la salud mental se va desestigmatizando poco a poco. Eso me ha llevado a poder entenderme, y entender por qué me había acostumbrado a hablarme y tratarme tan mal. Me habría gustado disponer, mucho antes, de información de la que dispongo actualmente. Si todo lo que he aprendido ahora lo hubiera sabido cuando tenía 18 años, me habría ahorrado muchísimos problemas. 

Ante esto, quiero dirigirme a las instituciones para que se fomente la educación emocional y el acompañamiento en las escuelas. Esto ayudaría, por un lado, a prevenir situaciones de bullying y, por otro lado, romper con estereotipos de género que nos llevan a situaciones de homofobia o machismo como las que viví yo.

Una buena educación emocional hará que en el futuro tengamos a personas brillantes, felices y respetuosas. Si no trabajamos en ello, seguirá habiendo adultos que llevan un monstruo dentro, y me refiero tanto a los que han sido acosadores como a los que hemos sido víctimas.

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